El Rey del Desierto







El viento caliente y la arena prevalecían en ese espacio de nada misma. Montañas escarpadas y rocas gigantes se avistaban en el horizonte. Él estaba sentando encima de una duna gigante tapado con un harapo lleno de agujeros producidos por las polillas, antes pareció ser un poncho. Sus rodillas llegaban a la altura de la cabeza y con su brazo derecho formaba una especie de letra “ele” en donde reposaba su cabeza. Su mano izquierda acariciaba la arena, le hacia rulitos, rayitas, algún dibujo también. Tomaba puñaditos y se la arrojaba a los pies y contaba los segundos que tardaba en escabullírsele. Su cabellera corta se mecía por el viento que arrastraba granitos de arena. Contemplativo ante el sol del medio día, asomaba su mirada quemada por el calor apreciando su reino. El efecto del sol sobre las dunas parecía hacerlas ondear como si fuesen olas. Él distraído y cabizbajo vio una nube en el horizonte, a lo lejos saliendo de entre las montañas y pensó “ojalá que no llueva o florecerá la tierra.  Tal vez sea bueno tener compañía, tal vez a esa flor también le agrade mi arena y el viento caliente o el sol abrazador." 

La idea lo esperanzaba, con una calidez inocente; cómo cuando un pequeño recibe un cachorro de mascota. Porque no era la emoción de un regalo anhelado sino mas bien la alegría de una compañía, la luz en las sombras. 

Aunque todo eso pasaba por su cabeza, la nube aquella perdía densidad, y el propio viento se encargaba de alejarla, ante sus ojos. 

Así fue como poco a poco perdía esa ilusión, sin embargo sus ojos seguían viendo el horizonte de la misma manera. 
"Fue realmente hermosa tu visita, te espero en la próxima nube." susurró mientras sonreia y bajaba su cabeza para continuar jugando con la arena. 

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